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viernes, 5 de agosto de 2016

De vampiresas y vampiros





Agrego aquí dos capturas de pantalla (para agrandar la imagen clicar sobre la misma) que me van a yudar a compartir una duda que tengo: 



la primera imagen la he extraído de un artículo (que se puede leer completo clicando el enlace de la leyenda de la foto) bastante interesante que pone en relación la literatura moderna para adolescentes sobre vampiros con la figura del maltratador y con los mitos más peligrosos sobre el amor:




Lo curioso, pero, en mi opinión personal, es que, en la detallada historia del mito vampiresco (supuestamente expuesta desde su origen hasta hoy) proporcionada a lo largo del texto, no se menciona lo que aparece en mi segunda captura de pantalla, extraída de un antiguo post de este blog (ver el enlace en la leyenda):





Juntando estas dos informaciones quise mostraros algo que siempre he percibido pero que no se si otras personas perciben, y que no se ubicar en el tiempo. Si sois capaces de aclararme estas dudas (o, si damos por cierta la primera, sólo la segunda), os pido por favor de hacerlo, comentando aquí abajo o en el Facebook.

1) Asì como pudiera contar con todos los detalles aquel momento de mi infancia en que los productos alimentarios confeccionados (me refiero ya a la misma bollería industrial, no a la comparación entre los productos del campo y los de la industria) empezó a tener un retro-sabor a plástico, común a todos los productos, que debía ser el resultado de un incremento de ingredientes químicos y que quitaba protagonismo tanto a la fresa como a la avellana pasando por el chocolate y los albaricoques... se por cierto que en cierta época en concreto se dejó de hablar con naturalidad (sin justificaciones o edulcoraciones) de ogresas, de crueles madrastas (de crueles madres o novias ya ni con el pensamiento) y monstruas similares. Por no mencionar a las brujas que, como bien sabemos, han obtenido indistintamente una laurea ad honorem en Medicina Natural y Homeopatía por el feminismo.

2) En un determinado momento de nuestra historia, digo, como demuestran las capturas de pantalla aquí arriba, todas las monstruas cambiaron de sexo. O de profesión, según la conveniencia del caso. Lo se, pero no puedo ubicar este evento silencioso y misterioso en una época exacta. Probablemente porqué esto pasó antes de que yo naciera o cuando era muy pequeña, y los cuentos de brujas o las anécdotas de mujeres cuyas conductas se podían definir monstruosas, esos cuentos simples y cristalinos, sin sobra-estructuras interpretativas culturalmente aceptables, son borrosos y sólo se asoman a mi memoria susurrando. Pero existen, y pesan como las lápidas sin nombres que acompañan los restos de los soldados no identificados de todas las guerras. Esta es la segunda duda (o parte de la primera, si no estáis de acuerdo conmigo en cuanto a la certeza del asunto), ¿CUÁNDO? ¿POR QUÉ? ¿POR QUIÉN?

Lo que nos queda, por cierto, son las consecuencias. Supongo que inesperadas, como a veces pasa cuando se juega con la información. Y una de las consecuencias de este atrevimiento (no se si del todo consciente o parcialmente fruto del efecto avalancha que ciertas modas o movimientos culturales provocan), es que actualmente no hay igualdad de género entre monstru@s, ni en los medios de comunicación ni en el imaginario común. Por lo mismo, tanto el monstruo feo como el monstruo fascinante suelen ser hombres. Y tanto las jovencitas asustadas por los primeros como las heroínas sexualmente atraídas por los segundos suelen ser mujeres. BINGO.


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