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sábado, 3 de marzo de 2012

La diosa Kishimojin / Saraswati / Hariti


La mitología india describe Hariti, conocida también como Saraswati o Kishimojin,  

como madre amorosa de una multitud de niños. Sin embargo, su amabilidad al principio escondía sentimientos monstruosos, ya que ella alimentaba a sus hijos secuestrando y matando a los hijos de otras mujeres.

Quien escribe es una persona atea, pero la figura de la diosa Kishimojin es un elemento útil dentro de la temática que tratamos en este blog ya que no se trata de una figura estática. Las filosofías orientales, con su visión de la vida como un continuo devenir, una continua transformación, a menudo no se basan en figuras fijas, eternamente 'buenas' o 'malas' según su inclinación innata. 



La diosa Kishimojin / Saraswati / Hariti 
cambia su actitud negativa cuando el Buda, sinceramente preocupado por la situación, captura temporalmente uno de sus hijos. 

Al descubrir en su propia piel el sentimiento de desesperación que da el alejamiento de un ser querido, ella se convierte en protectora de todos los pequeños y de sus madres. Ya no protege únicamente a sus hijos, devorando a los otros niños. 

Este cambio la convierte en una de las deidades protectoras más importantes, para algunas corrientes de pensamiento la más importante en absoluto. 

Esta leyenda me da la oportunidad de confutar la idea opuesta, la idea muy difundida hoy en día en occidente de que la mujer sea un ser ya tendencialmente propenso a la bondad, por naturaleza. Muy realisticamente, creo que la mujer y el hombre, como todos los otros elementos del universo, tengan un gran potencial sólo si trabajan constantemente en el desarrollo de sus actitudes positivas y en la transformación de los sentimientos negativos.

La idea de que simplemente dando espacio a la mujer en las posiciones de poder (estoy de acuerdo con la equidad, ahora sigo explicando) se cambie positivamente la sociedad, dando por sentado que ellas gobernarán con actitudes positivas, es ilusoria. Sin embargo, si la mujer decide ejercer el poder que tiene sobre sí misma, antes que nada, mejorándose, puede cambiar toda la sociedad desde la misma posición donde se encuentra hoy: su casa, su trabajo, un parque público o la presidencia de un  gobierno. Al igual que cualquier otra persona. 



Nuestra influencia en el ambiente es algo real y comprobable.

 Nuestro poder personal es inmenso, y se encuentra dentro de nuestro ser, nadie nos lo da, sólo hace falta que lo desarrollemos. En este sentido, ponernos en discusión y mejorarnos es indispensable.



Cualquier persona que quiere acceder a un puesto de mayor poder se supone que se prepare y, como ideales, las figuras estáticas no nos ayudan en este proceso. 


Ver cuales actitudes interiores podemos mejorar debería ser nuestra primera ocupación para desarrollar poder y armonía. 

Y aunque en determinadas situaciones nos sintamos víctimas y no se nos haga fácil ver nuestras responsabilidades, 

podemos empezar al menos a reconocer nuestra escasa capacidad de explicarnos o la falacia de nuestra forma de lucha habitual, y entonces mejorar nuestras estrategias. A partir de allí, el sentimiento de rabia y autoconmiseración se alejará y se nos abrirán muchas puertas. 



Algo valioso siempre se puede empezar a hacer, aquí y ahora.


kishimojin-drawing-shogakukan





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