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jueves, 18 de diciembre de 2014

Mi opinión sobre la presentación de 'Escritos para desocupados'


Leí la siguiente entrevista
en Yorokobu

a la autora del eBook 
ESCRITOS PARA DESOCUPADOS,
Vivian Abenshushan,

y me alegré bastante, aunque, comenzando a leer, me había ilusionado pensando que expusiese un pensamiento más completo.

Os invito a leer la entrevista y también os doy mi opinión, por argumentos, más abajo. Si queréis opinar, podéis comentar el post o empezar una discusión en el FORO del blog, que se encuentra al comienzo del menu a la derecha o en la parte inferior de la página principal, justo antes de la librería virtual. 


   
 Quise añadir a mi post estas fotos para recordar las muchas tradiciones para los momentos de ocio, la tetera árabe, las tazas maories y la cafetera venezolana ♡♡♡ Hay muchas más, y no se trata sólo de decoraciones sino de expresiones de amistad y del valor que se atribuye a esos momentos entre seres humanos.


La entrevista:


Entonces dices que habiendo estudiado a fondo «el trabajo contemporáneo», ¿opinas que no deberíamos trabajar? 
Me parece que seguir trabajando en las condiciones abusivas, desenfrenadas, enloquecidas y absolutamente irracionales en las que trabajamos ahora carece de sentido. Es solo una manera de seguir alimentando la maquinita tragamonedas que nos consume...

Mis opiniones:

Bueno, me defino como una 'aspirante a ama de casa', 
por lo tanto no soy quien pueda hablaros bien del mundo del trabajo. Pero tampoco creo mucho en los proyectos estilo cooperativa que menciona Vivian. Su historia, sin embargo, tiene cabida en este blog porque es una persona (no me fijo en el género) poco común que se hace preguntas y se da respuestas personales, ella tiene el valor de actuar un cambio drástico en su vida y sobre todo actua un cambio a su manera, sin apoyarse en esquemas políticos antiguos.

Entonces os estaréis preguntando por qué no me convence del todo...

Ahí vamos: 

una de las razones es que ella describe el sistema capitalista por un lado, y por el otro situaciones tan lejanas en el espaciotiempo como la sociedad de los antiguos griegos (entre otros ejemplos). Y con el sentimiento de cariño que me inspiran las artesanías de las fotos os aseguro que por donde haya ido a sentarme un rato con grupos humanos (sobre todo en zonas rurales) de otras tradiciones (ajenas a la dualidad derecha/izquierda nuestra, y hay mucha más variedad de lo que se piensa), incluydas las que más se están demonizando hoy por TV como las africanas, he encontrado cooperación y ritmos más humanos DE FORMA NATURAL, como os voy a explicar luego. Y no se suele decir. Bueno, aquí, como alternativas, la autora nos menciona movimientos jóvenes de decrecimiento (este me encanta, en general, pero vamos a ver proyectos específicos) y cooperativas o iniciativas de diferentes estructuras comunitarias. 

Qué hay que no me convence: 

básicamente estoy en contra de hablar de la era del capitalismo como de algo que ha venido del espacio esterior o que 4 poderosos nos han inculcado a través del hipnosis colectivo. Tengo 45 años y recuerdo en parte como fue. 

Os lo cuento: viví los años 80 en Italia, mi familia se componía de opuestos, los hombres eran obreros que empezaban a disfrutar de unos derechos que se habían ganado y se decían muy convencidos de todo lo que se conoce como movimiento de izquierda. Pero más serio del odierno, paréntesis para los jóvenes que estén leyendo. Todavía se era coherentes, al punto que se rechazaba el endeudarse para comprar casa cuando se profesaba la idea de que los pisos tuvieran que ser del estado. Las mujeres de mi familia pero no, eran comerciantes hijas de comerciantes con alma de comerciantes. Cuando yo, de pequeña, preguntaba el porque de esa extraña mezcla, mi padre contestaba que en su época no se podía conocer bien a una pareja (y al mismo tiempo ya no lo arreglaban todo los padres desde un principio) así que si un chico y una chica se gustaban e iban al cine una vez, ya las familias les presionaban para que se hiciesen novios oficiales y pensaran en casarse. Esto a mí me sirvió (lo siento por ellos) para ver de cerca dos realidades. Y, en mi experiencia, humildemente me hice una idea de las cosas, luego si alguien tiene otra opinión muy bien, os escucho. 

Los obreros llevaban una vida muy tranquila, habían lugares donde pasaban su tiempo libre en las cercanías del puesto de trabajo (si eras de mantenimientos de trenes te reunías en un recreativo al lado de la estación con tus colegas y luego ibas a casa a cenar y te hacías viejo). Consecuencias negativas: primero y principal la contaminación. Las casas se encontraban cerca de las fábricas y se decía que los pulmones de los niños estuviesen en peores condiciones que los de un viejo fumador, pero los padres ya se habían sentado en sus derechos obtenidos (pensión, días de vacaciones, etc.) y tenías la extraña sensación que de tus pulmones y de la ciudad que se comía los espacios naturales se preocuparan sólo los del telediario. Por mi parte no me apetecía la idea de convertirme en una pieza de ajedrez en manos del estado, tenía aficciones que no hubieran encajado nunca con los servicios ofrecidos al ciudadano estándar que no se me parecía y hablar de derecho de escoger en aquel ambiente era una erejía porque si faltaba una pieza se rompía el juego, debías encajar en una de las posiciones vacantes y no inventar, porque estaba en juego el pan de cada día de los otros y eso, cuando eres pequeño y tu única actitud natural es formarte tu personalidad, es una condena. Aún así, las necesidades básicas, que se habían sustituydo a cualquier otro propósito en la vida, no era cierto que se hubiesen podido satisfacer para siempre y la gente vivía el tener que pagar impuestos con mucha desconfianza porque no estaba al mando, pensaba que el estado podía cometer errores, en fin se empezó a buscar cada forma de evadir impuestos con horas de trabajo en negro, etc. 

Por el otro lado había el materialismo más puro. Las negociantes de mi casa no tenían límites ni la menor rémora,  si hubiese existido la palabra 'ética' que tanto se usa hoy hubiera sido un chiste. Pero, eso sí, eran un ejemplo de coherencia. Recuerdo el refrán de mi tía 'que liberalicen las drogas, que voy a ser la primera en venderlas'. Y el resto del mundo, para mí, eran sus clientes. Madres que obligaban a los hijos a ir de vacaciones en sitios a la moda aunque no les gustaran y aunque fuesen a ir con viajes organizados sin acompañantes conocidos, vestidos como se tenía que vestirse para aparentar, aparentar era el dogma no escrito. La gente hablaba comunmente de fábricas abiertas en la India donde trabajaban semi esclavos, no era todavía un hecho mal visto, se consideraba una buena idea. Ese dinero ha circulado y circula en nuestra sociedad, a los europeos nos ha dado de comer indebidamente sin escándalos y ahora nos quejamos del sistema pero casi nunca de la actitud de nuestros abuelos y abuelas. Los pequeños comerciantes simplemente invidiaban al emprendedor más poderoso, mis familiares mostraban con orgullo su resistencia en el trabajo, no descansaban nunca, no tenían un instante para algo que no diese dinero, soportaban problemas físicos por no querer descansar, parecían esclavas voluntarias. Si necesitaba ir al dentista tenía más malestar debido a la decepción de mi madre que repetía todo el tiempo 'dos horas perdidas, clientes perdidos' que por el miedo al pinchazo de la anestesia. Y luego corriamos de vuelta a la tienda, como en el mismo día en que nací, según cuentan. Esa clase de personas acumulaba bienes, acumulaba cuentas, acumulaba poder y se le respetaba. No había asistentes sociales por el medio examinando la soledad de niños bien vestidos. Esa fue la clase de personas que no sólo quisieron y construyeron sino diría que encarnaron el capitalismo. Mientras los filósofos mencionan las responsabilidades de pocas figuras remotas sentadas en tronos y perseguidas por paparazzi, yo pienso en mi madre, en mis tías, en mucha gente que tomaba decisiones diarias.

Nunca seremos iguales, ni lo quisiera, amo las diversidades y terminé convirtíendome en parte del tercer grupo de gente que había en aquel entonces, mayormente. Un grupo más pequeño, de poetas, aspirantes anarquistas, aventureros. Di media vuelta al mundo, a veces trabajando duro en cualquier cosa con tal de pagarme un pasaje o ayudar a alguien, otras veces comiendo muy poco y balanceándome en humildes hamacas ante un mágico paisaje. Persiguiendo amores y respuestas a preguntas existenciales, sin llevar reloj. Hasta un día en que todo cambió drasticamente, cuando me enteré de que estaba esperando a mi primera hija. 

Y aquí viene el último punto a que me refiero cuando digo que tenía mayores espectativas del contenido de la entrevista leída. De hecho, muchos jóvenes alternativos de Europa (la mayoría dentro de esa minoría) no llegaron a imaginar de ser padres y no tuvieron hijos. El tener un hijo te obligaba a enfrentarte a una cualquiera de las maquinarias de adoctrinamiento de pequeños ciudadanos del los únicos países en que podías sacar un regular papel de residencia, maquinarias que te obligaban a criarlo como no querías. Como consumidor en manos de multinacionales o soldadito en manos de un estado (escuela, sanidad, etc), pero nunca como ser humano único e irrepetible. En mi caso, tengo que vivir defendíendome en un mix de los dos sistemas inadecuados. Y así como la actitud de las mayorías había creado tales sistemas, la actitud mayoritaria de nuestra menoría (de rechazo a enfrentar las fuertes barreras que nos impedían ser padres a nuestro modo) hizo que la vida de quien como yo quería hijos y no encajaba en los esquemas clásicos (ni queriendo, a veces, por falta de requisitos, como las madres sin pareja ni apoyos u otras situaciones) se encontrara en una posición muy incómoda, mientras por un lado le llegaba una ola gigante de recomendaciones de abortar y por el otro sólo veía un vacío. Incertidumbre, inadeguatez, estar en la nada. 

No se habían casi creado redes solidarias y, de hecho, las redes que se crean artificiosamente (las que también describe la autora) como sistemas alternativos, son pequeñas realidades muy bonitas que pero se limitan estrictamente a la finalidad por la que han nacido (trueque, huertas bio, monedas alternativas... todas cosas en que me involucré pero pronto vi que el estar sola y ser madre no encajaba en nada, y nadie demostraba calidez humana, sólo otro programa en que tener que encajar), en un mundo que sigue necesitando programarlo todo, que ha perdido no sólo el ocio y la fantasía sino sobre todo lo que se dice ser el dato responsable de nuestra supervivencia como especie: la flexibilidad.

Entonces, ante la imposibilidad de reunirme con pueblos que son NATURALMENTE mucho más humanos, aunque nadie sea perfecto, por razones burocráticas, no me quedó otra que luchar con las uñas y con los dientes para mantener una situación que me asegurara día tras día el derecho de cuidar de mi niña, y ahora de sus hermanos, dentro del mundo en que nos tocó vivir, con las pocas amistades construidas y las muchas decepciones dejadas atrás.  

Nunca pierdo la esperanza de dar con la idea que solucione el asunto de la supervivencia con niños alternativa al sistema, y cuando leo algo nuevo siempre tengo la esperanza de encontrar respuestas concretas. Y no hablo sólo de las tres comidas diarias, hablo de poder vivir tranquil@ sin temer que el no poder demostrar un sueldo fijo te perjudique seriamente en lo que se refiere a la custodia de tus hijos u otras cosas esenciales.

Por eso no creo en sistemas, clásicos o alternativos. Creo que nos vendría bien a todos basarnos menos en programas y más en sentimientos, ser amigos de verdad, ser sentimentales, abrazar al nuevo que llega, sentarnos con tranquilidad a compartir una jarra de té o apoyar personalmente al artista de nuestro barrio que no quiere ser otra cosa.


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